Mi tierra, la tierra es mía y de los míos. Mi patria. Cuantas veces oimos hablar a gente en términos similares.
El ser humano tiene mucha facilidad en considerarse propietario de una tierra. Uno de los argumentos fundamentales es por que yo lo digo.
Otros dicen la tierra es de quien vive allí, o de quien la trabaja. Y que criterio se utiliza para definir quién vive allí.
Otros hablan de derechos históricos, de propiedades históricas siempre eligiendo la parte de la historia que les interesa.
Al final la gente parte del debate emocional y económico que le interesa, y así cada persona o colectivo se cree en la posesión de la verdad para definir e imponer el modelo territorial que ellos crean y quieran.
Ejemplos de este comportamiento tenemos muchos a lo largo de todo el planeta y de toda la historia. Prácticamente no tenemos ejemplos de lo contrario, de gente o colectivos que cedan la tierra de forma voluntaria y por cuestiones de justicia o de bienestar humano.
Y luego tenemos a los que se dicen que no defienden fronteras y nacionalismos pero justamente siempre actuan contra los nacionalismos que ellos consideran que van en contra del nacionalismo al que sienten pero dicen no pertenecer.
Asi pues en general los conflictos acaban en guerras y con la rendición de la parte militarmente más débil, o bien con la renúncia de una de las partes para evitar entrar en guerra asumiendo la realidad de su sumisión posterior.
Lo que si está claro es que la vida humana en los conflictos tiene un valor nulo, es más sospecho que hay una voluntad y deseo de muchos de acabar con vidas humanas del bando contrario, pero incluso tambén un gusto por acabar con vidas humanas del propio bando. Solo hace falta ver con que alegría se mandan tropas del propio pais a luchar.
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